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Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México

Claudia Sheinbaum Pardo en su primer discurso en el Zócalo.

Claudia Sheinbaum Pardo tomó protesta como la primera mujer presidenta de México en toda su historia, un hito histórico que rompe una serie de estereotipos y límites no visibles, pero sí perceptibles para las mujeres de todas las generaciones.

En la sesión de Congreso General del 1 de octubre, los símbolos se fusionaron con la realidad cuando Ifigenia Martínez le entregó la banda presidencial a Claudia Sheinbaum.

Se dice muy fácil, pero cuando Ifigenia Martínez nació, en 1928, las mujeres en México no teníamos derecho al voto. En el mundo, sólo 20 países lo permitían. Pionera de la lucha democrática en México, Martínez es la primera mujer mexicana que obtuvo un título de maestría en Economía en Harvard, fue la primera directora de la Escuela de Economía de la UNAM, fue la primera mujer electa por la Ciudad de México para ocupar un escaño en el Senado.

Y este 1 de octubre de 2024, le colocó la banda presidencial a la primera mujer presidenta de México en más de 500 años de historia, como lo dijo Claudia Sheinbaum en su primer discurso en el Zócalo.

Claudia Sheinbaum ha repetido en muchas ocasiones que no llega sola, llegamos todas. Y hoy, las mencionó: a las heroínas de la patria, a las heroínas anónimas, las que lucharon por su sueño y lo lograron, las que lucharon y no lo lograron.

“Llegan las que pudieron alzar la voz y las que no pudieron; llegan las que debieron callar y luego gritaron a solas; llegan las indígenas; las trabajadoras del hogar que salen de sus pueblos para apoyarnos a todas las demás; las bisabuelas que no aprendieron a leer y escribir porque la escuela no era para niñas; las tías que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes; las mujeres anónimas, las heroínas que desde su hogar, las calles, sus lugares de trabajo, lucharon por ver este momento”, dijo Claudia Sheinbaum en un homenaje a todas las que lucharon por los derechos que hoy gozamos. 

“Llegan nuestras madres que nos dieron la vida y después volvieron a darnos de todo. Llegan nuestras hermanas que desde su historia lograron salir adelante y emanciparse; llegan nuestras amigas y compañeras; llegan nuestras hijas hermosas y valientes; y llegan nuestras nietas. Y llegan ellas, las que soñaron con la posibilidad de que algún día, no importaría si naciéramos siendo mujeres u hombres, podríamos realizar sueños y deseos sin que nuestro sexo determine nuestro destino. Llegaron todas ellas que nos pensaron libres y felices”.

Dos momentos marcaron su discurso: cuando, tras asegurar que hoy sabemos que las mujeres podemos ser presidentas, hizo una respetuosa invitación a nombrarla así “presidenta, con A al final, al igual que abogada, científica, soldada, bombera, doctora, maestra, ingeniera… Con A porque, como nos han enseñado, solo lo que se nombra existe”.

Y el segundo momento, apoteósico, cuando al terminar su discurso, Sheinbaum afirmó con convicción:

“Soy madre, abuela, científica y mujer de fe. Y a partir de hoy, por voluntad del pueblo de México, la presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos”.

Este 1 de octubre de 2024, México no vio llegar a una mujer a la presidencia de México. Vio llegar a la primera, porque después de hoy, las niñas van a aspirar a ser presidentas simplemente porque pueden. 

Lo que vieron hoy les demuestra a las niñas y jóvenes que nuestras vidas no deben limitarse a elegir un camino, el público o el privado, que la vida familiar no debe limitar la vida profesional y que las mujeres tenemos opciones de desarrollo. 

No sólo van a aspirar a ser economista o científica, como Ifigenia o Claudia, sino que verán, como algo que simplemente es posible, que desde sus trincheras, pueden guiar el destino de toda una nación. 

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